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Ciudad de David, tunel de Ezequías y estanque de Siloé

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Foto Cortesía Pixabay

“El rey y sus soldados marcharon sobre Jerusalén para atacar a los jebuseos, que vivían allí. Los jebuseos, pensando que David no podría entrar en la ciudad, le dijeron a David: «Aquí no entrarás; para ponerte en retirada, nos bastan los ciegos y los cojos». 7 Pero David logró capturar la fortaleza de Sión, que ahora se llama la Ciudad de David” [2 SAMUEL 5:6-7]

Contrario a lo que uno tiende a pensar, el museo torre David no es el lugar donde el rey David reinó, de hecho en el museo no hay una Torre (es un minarete de una mezquita) ni la construyó el rey David (la construyeron los otomanos hace algunos pocos siglos), sencillamente le dieron este nombre en honor al fundador de la ciudad de Jerusalén.

El complejo externo y al sur de la ciudad amurallada de Jerusalén es la Ciudad de David. Este lugar fue el que conquistó el David a los Jebuseos, fue en donde nació Jerusalén y es el epicentro político y espiritual más importante de Israel y probablemente del mundo. Una de la cosas cheveres que se aprende en ese recorrido es que la primer vez que Jerusalén aparece en la Biblia lo hace con el nombre de Salén, la ciudad de Melquisedec:

Cuando Abram volvía de derrotar a Quedorlaómer y a los reyes que estaban con él, el rey de Sodoma salió a su encuentro en el valle de Save, es decir, en el valle del Rey. Y Melquisedec, rey de Salén y sacerdote del Dios altísimo, le ofreció pan y vino.” [Génesis 14:17-18]

Al inicio del recorrido se transita por las excavaciones de lo que en su momento fue el palacio real del rey David, aquel que su amigo Hiram mandó construir:

Hiram, rey de Tiro, envió a David una embajada que le llevó madera de cedro, albañiles y carpinteros para construirle un palacio. Con esto David se dio cuenta de que el Señor, por amor a su pueblo, lo había establecido a él como rey sobre Israel y había engrandecido su reino.” [1 Crónicas 14:1-2]

Luego, y justo antes de ingresar al túnel de Ezequías, el recorrido bordea la colina desde uno se puede imaginar el manantial de Gihon que paseaba por el valle del Cedrón por el que pasaba un río y volverá a pasar cuando vuelva nuestro Mashiaj según la profecía de Ezequiel 47:

El hombre me trajo de vuelta a la entrada del templo, y vi que brotaba agua por debajo del umbral, en dirección al oriente, que es hacia donde da la fachada del templo. El agua corría por la parte baja del lado derecho del templo, al sur del altar. Luego el hombre me sacó por la puerta del norte, y me hizo dar la vuelta por fuera, hasta la puerta exterior que mira hacia el oriente; y vi que las aguas fluían del lado sur. El hombre salió hacia el oriente con una cuerda en la mano, midió quinientos metros y me hizo cruzar el agua, la cual me llegaba a los tobillos. Luego midió otros quinientos metros y me hizo cruzar el agua, que ahora me llegaba a las rodillas. Midió otros quinientos metros, y me hizo cruzar el agua, que esta vez me llegaba a la cintura. Midió otros quinientos metros, pero la corriente se había convertido ya en un río que yo no podía cruzar. Había crecido tanto que sólo se podía cruzar a nado. Entonces me preguntó: «¿ Lo has visto, hijo de hombre?» En seguida me hizo volver a la orilla del río, y al llegar vi que en sus márgenes había muchos árboles. Allí me dijo: «Estas aguas fluyen hacia la región oriental, descienden hasta el Arabá, y van a dar al Mar Muerto. Cuando desembocan en ese mar, las aguas se vuelven dulces. Por donde corra este río, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Habrá peces en abundancia porque el agua de este río transformará el agua salada en agua dulce, y todo lo que se mueva en sus aguas vivirá. Junto al río se detendrán los pescadores, desde Engadi hasta Eneglayin, porque allí habrá lugar para secar sus redes. Los peces allí serán tan variados y numerosos como en el mar Mediterráneo. Pero sus pantanos y marismas no tendrán agua dulce, sino que quedarán como salinas. Junto a las orillas del río crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas no se marchitarán, y siempre tendrán frutos. Cada mes darán frutos nuevos, porque el agua que los riega sale del templo. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas serán medicinales.” [Ezequiel 47:1-12]

Luego se ingresa a un túnel acueducto construido en el año 701 a. C. por orden del rey Ezequías:

Después de semejante muestra de fidelidad por parte de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, marchó contra Judá y sitió las ciudades fortificadas, dispuesto a conquistarlas. Cuando Ezequías se enteró de que Senaquerib se dirigía también hacia Jerusalén con el propósito de atacarla, se reunió con sus jefes civiles y militares y les propuso cegar los manantiales que había fuera de la ciudad, y ellos lo apoyaron. Entonces se juntó mucha gente, y entre todos cegaron los manantiales y el arroyo que atravesaba la región, pues no querían que al llegar los reyes de Asiria encontraran agua en abundancia” [2 Crónicas 32:1-5]

Ahora bien, el recorrido al interior del túnel de Ezequías, además de refrescante porque el agua siempre está a una altura cómoda y a una temperatura agradable, es muy especial porque a lo largo de ese casi medio kilómetro se puede apreciar el trabajo aún intacto de esas personas bajo el mando del rey Ezequías hace 27 siglos.

El remate del recorrido es también muy especial porque el túnel termina en lo que su momento fue el estanque de Siloé, donde Yeshua sanó a un ciego:

A su paso, Yeshua vio a un hombre que era ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: ―Rabí, para que este hombre haya nacido ciego, ¿quién pecó, él o sus padres? ―Ni él pecó, ni sus padres -respondió Yeshua-, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida. Mientras sea de día, tenemos que llevar a cabo la obra del que me envió. Viene la noche cuando nadie puede trabajar. Mientras esté yo en el mundo, luz soy del mundo. Dicho esto, escupió en el suelo, hizo barro con la saliva y se lo untó en los ojos al ciego, diciéndole: ―Ve y lávate en el estanque de Siloé (que significa: Enviado). El ciego fue y se lavó, y al volver ya veía. Sus vecinos y los que lo habían visto pedir limosna decían: «¿No es este el que se sienta a mendigar?» Unos aseguraban: «Sí, es él». Otros decían: «No es él, sino que se le parece». Pero él insistía: «Soy yo». ―¿Cómo entonces se te han abierto los ojos? -le preguntaron―Ese hombre que se llama Yeshua hizo un poco de barro, me lo untó en los ojos y me dijo: “Ve y lávate en Siloé”. Así que fui, me lavé, y entonces pude ver.―¿Y dónde está ese hombre? -le preguntaron. No lo sé -respondió.” [Juan 9:1-12]

Duración: es un recorrido que puede tomar de 2 a 3 horas

Ubicación: esta al lado sur del kotel, saliendo por “dung gate”

Tips:

  • Empaca unos zapatos para mojar y no te preocupes, el agua te dará solo hasta las rodillas
  • Lleva linterna porque se necesita en todo el recorrido del túnel

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