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Poquito pero bendito – Parashá Vaykra

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Foto Cortesía Pixabay

Nuestro Abba Kadosh (Padre Santo) dio a su hijo único en sacrificio para el perdón de nuestros pecados, aun a expensas de que nosotros no lo mereciéramos. “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” [Juan 3:16].

En la Parashá Vaykra (Levítico 1:1-5:26) encontramos las instrucciones dadas por El Eterno acerca de los diferentes holocaustos, y así como la manera y el tiempo en que deben ser ofrecidos a Él para honrar y glorificar su santo nombre. En este artículo querida comunidad hacemos una pequeña reflexión acerca del deber que tenemos de hacer holocaustos de calidad al Rey de Reyes y la disposición que debemos tener en nuestros corazones al momento de preparar y hacer la ofrenda.

Para empezar, la Torah nos enseña que debemos ser agradecidos, y todos debemos presentar ofrenda al Señor, desde el más pobre hasta el más rico y siempre con buena disposición. Veamos uno por uno:

  • En Levítico 1:17 ordena cual es el procedimiento cuando alguien ofrecía al Señor un holocausto de ave (generalmente la gente de escasos recursos económicos). Con respecto a este pasaje bíblico Rashi comenta: “A pesar que el olor de las plumas al quemarse es desagradable, la Torah indica que se debe presentar el holocausto completo para que la ofrenda del pobre se vea más grande. La Torah enseña al ser humano a agradecer, aunque tenga medios muy precarios.”
  • Ahora bien, no se trata de hacerlo por hacerlo, porque caemos en la disposición que tuvo Caín al presentar su ofrenda [Génesis 4:3-5], respecto a esta escena en Bereshit Rabá 22:5 encontramos el siguiente comentario: En referencia a lo que Abel aportó el versículo declara, que trajo “de los primogénitos de su rebaño”, mientras que en referencia a Caín solamente dice que trajo “del fruto de la tierra”. En contraste se sugiere que no fue de lo mejor, de hecho, Rashí comenta que se ofrendó de lo peor de la tierra y por eso El Señor no atendió a Caín ni a su presente. De aquí se deduce que Caín no tenía disposición de sinceridad, amor y entrega total, y por lo tanto tuvo que asumir las consecuencias de sus actos.
  • En contraste, la disposición que agrada al Eterno la podemos encontrar en el Melej (Rey) David cuando el anhelo de su alma era ofrecer un holocausto grato al creador después de haber reconocido un error pasado: “Pero el rey le respondió a Aravna: ―Eso no puede ser. No voy a ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que nada me cuesten. Te lo compraré todo por su precio justo. Fue así como David compró la parcela y los bueyes por cincuenta monedas de plata” [2 Samuel 24:24]. Estas palabras pronunciadas por el Melej (Rey) David, nos muestran el corazón y la disposición que él tenía para con el Eterno, su plena entrega y el amor total hacia nuestro Rey de Reyes; es de resaltar que aun él, siendo el rey de Israel y teniendo todo a su disposición (riqueza, poder, fama) su sentir era el de ser siempre un sacrificio vivo y constante al Eterno.

“El SEÑOR habló con Moisés y le dijo: «Ordénales a los israelitas que me traigan una ofrenda. La deben presentar todos los que sientan deseos de traérmela.” [Éxodo 25:1-2]. Papá no solo quiere nuestras ofrendas, Él también desea que lo hagamos con lo mejor y de la mejor manera. Podremos engañar a muchos pero a Él no, pues Él conoce nuestros corazones, como escribió el rey David: “SEÑOR, tú me examinas, tú me conoces. Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aun a la distancia me lees el pensamiento. ” [Salmo 139:1-2]

En resumen es en el rey David donde podemos empezar a comprender lo que El Eterno espera y desea de cada uno de nosotros, Él quiere que nuestro corazón, nuestro andar y nuestro sentir sea como el del rey David y que alcancemos la altura espiritual de Mashiaj, pues: “¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios.” [Miqueas 6:8].

Ten en cuenta que Él conoce nuestros corazones y está esperando con su amor infinito que nosotros le correspondamos al menos una milésima parte el amor inmerecido que nos ha dado siempre. No se trata solo de ofrecer holocaustos lujos o costosos, se trata adicionalmente y de manera más importante en sí, que el mismo holocausto, de disponer tu corazón y hacerlo con todas tus fuerzas y toda tu alma.

Por eso querido lector la invitación es una vez más a disponer el corazón para que seamos como el rey David esa ofrenda grata y completa para nuestro amado Rey.

“Te ofreceré un sacrificio de gratitud e invocaré, SEÑOR, tu nombre. Cumpliré mis votos al SEÑOR en presencia de todo su pueblo, en los atrios de la casa del SEÑOR, en medio de ti, oh Jerusalén.” [Salmo 116:17-19]

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